A través de las redes sociales, se dio a conocer esta tarde que Epifanio Leyva mejor conocido como “Don Pifas”, había dejado este mundo, hasta el momento por razones desconocidas. Cientos de seguidores y clientes se pronunciaron al respecto sombre el deceso de el exboxeador y dueño de uno de los lugares más emblemáticos de la Ciudad de México.
En 1954, a sus 16 años, encontró un gimnasio donde entrenaban boxeadores. En ese momento todo cambió para “Pifas”.
‘El Pifas’, a quien el monte se le quedó por siempre, fue ebanista, quinielero de máquinas de apuestas en el Hipódromo de las Américas y vendedor de línea blanca.
Un día, las pulquerías que frecuentaba se le pusieron como opción para trabajar, y entró como elemento de seguridad a una.
Era su trabajo ideal: había bebida, placeres y peleas a las cuales meterse. Su familia siempre lo acompañó con cariño a su alrededor y muchos de sus viejos amigos de ring pasan a visitarlo a menudo.
Luego de 10 hijos con tres mujeres, y 40 años de poner orden en una pulquería, decidió abrir su propio negocio al cual nombró ‘La hija de los Apaches’, en el número 149 de la calle Dr. Claudio Bernard.
Con cerca de 70 años de existencia, el aspecto de la calle definitivamente no invita a nadie a entrar por curiosidad, pero si te gusta el pulque y la tradición, hay que hacerlo.
El “Pifas” y La hija de los Apaches | Folklore Chilango
La Hija de los Apaches está decorada con forma de un pequeño culto hacia la figura del Pifas; distintas imágenes corroboran los sueños de fama y grandeza de este personaje. Siempre con la sencillez y carisma que lo caracterizaba.
Sin duda un lugar en el que no había distinciones, clases ni indiferencias.
Hoy, la pulquería que ha visto transitar a tantas generaciones, ve partir a su amable fundador, quien en su momento aseguró ser un hombre afortunado, a quien el amor, los puños y el pulque, le dieron todo en la vida.